Dos calvos peleando por un peine
Zotlandia,
Edward Burmila en
The Baffler:
El anuncio de negociaciones nucleares entre Trump y Kim Jong-Un revive la amenaza atómica. Cincuenta años después del primer experimento, Estados Unidos posee una tecnología antibalística imperfecta
#^Dos calvos peleando por un peine
Los halcones de la guerra tienen mucha experiencia vendiendo la fantasía de que se puede sobrevivir a una guerra nuclear a un público estadounidense que suele mostrarse poco receptivo ante la idea de morir abrasado en un holocausto de fuego y radiación. Claro, si se minimiza la posibilidad de una guerra nuclear, la opinión pública podría mostrarse más favorable a una política exterior beligerante que flirtee abiertamente con la guerra. Quizá el ejemplo más explícito de este intento por mandar mensajes en ese sentido provino del subsecretario de Defensa para la organización de la defensa civil durante el gobierno de Reagan, T.K. Jones:
“Una guerra nuclear no es tan devastadora como nos han hecho creer. Si hay suficientes palas para todos, todo el mundo sobrevivirá…Se puede hacer un buen refugio si se sacan las puertas de casa, se cava una trinchera, se apilan un par de puertas por encima, se cubren con plástico para que la lluvia o cualquier otra cosa no estropee el pegamento de la puerta y luego se amontona tierra por encima. La tierra es el secreto”.
Verosímil, ¿verdad?
Este intento por suavizar la imagen del Armagedón coincidió con una casi suicida y desaforada política de riesgo, una profusión en el gasto en defensa y una tremenda bravuconería por parte del gobierno de Reagan, que situó a EE.UU. más cerca de una guerra nuclear a gran escala de lo que había estado desde la crisis de los misiles de Cuba. No obstante, este tipo de mensajes son anteriores a la época de Reagan. Como sucede en la película ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, cuando el general Turgidson promete a la sala de guerra que si EE.UU. ataca primero a la Unión Soviética se podría conseguir la victoria con “no más de diez o veinte millones de muertos, como máximo, dependiendo de los descansos”, los argumentos que minimizan los horrores de las armas nucleares resurgen cada vez que Estados Unidos tiene un líder ansioso por un poco de guerra de la buena.